Bajo este esquema, la colección se ha extendido hacia una línea particular de objeto de diseño, que también se ha planteado centrada en el mismo período histórico, con algunos guiños al panorama del modernismo internacional, pero mayormente centrada en la recuperación de mobiliario de los años cincuenta y sesenta de producción mexicana: Don Shoemaker, Frank Kyle, Pedro Ramírez Vázquez, Michael Van Beuren y Arturo Pani –entre otros grandes artífices del mueble en México– conviven con Mies Van del Rohe, Le Corbusier, Eero Saarinen, Florence Knoll, Harry Bertoia y Charles Eames.  Todo ello complementado con antigüedades y objetos de arte popular que ya son parte de la colección.

El ámbito de galería de arte, está presente en todos los diferentes espacios de la casa como visión total –desde el paradigma de cubo blanco-, contando con iluminación especial, muros de doble altura y amplios ventanales para la entrada de luz natural, así como circulaciones de esquema abierto e ininterrumpido, propios de los espacios del modernismo internacional que promovió Mies Van der Rohe. 

También a la manera de la arquitectura del período, inspirados en Luis Barragán, se incluyeron fuentes y espejos de agua, y una acusada integración entre terrazas techadas y salones, promoviendo la asimilación de exteriores e interiores en un solo plano con el manejo de acabados naturales, mezclados con algunos detalles arquitectónicos de exhacienda mexicana. 

El objetivo final es hacer del espacio arquitectónico y del diseño de interiores un reflejo de aquel tiempo histórico, pero con toda la funcionalidad y comodidades del espacio contemporáneo, inteligente y versátil, que asuma la personalidad y complejidad del contenido artístico en los rituales cotidianos de una casa particular. 

Como caso especial, y haciendo eco de los lineamiento de José Chávez Morado sobre lo que el definía como Integración Plástica, para poder vestibular algunas áreas, permeando luz y proporcionando puntos focales y sentido de horizonte, se ha considerado en el proyecto la inclusión de algunas celosías a la manera de las grandes obras arquitectónicas del período mencionado: el modernismo de mediados de siglo en México. El proyecto escultórico-funcional se propuso al escultor mexicano, Ernesto Hume con tres proyectos particularmente emblemáticos como inspiración: la celosía que forma parte integral de la fachada interna del Museo Nacional de Antropología e Historia, en la Ciudad de México, realizada por Manuel Felguérez de forma magistral con base en líneas zigzaguenates, bello ejemplo de una solución funcional y artística; la celosía que se encuentra en la fachada de ingreso al Hotel Camino Real Polanco, también en la Ciudad de México, propuesta por Mathías Goeritz, y que no solamente vestibula la mirada, sino que impacta al visitante por el color rosa mexicano, característico de la arquitectura de Barragán, el clásico enrejado de los coros de las catedrales del período barroco en México. Siendo la base conceptual de toda celosía posterior en arquitectura mexicana, se debe recordar el carácter al tiempo transparente y modelador de circulaciones que representan estos diseños en el ámbito catedralicio, y en este caso, del ritual religioso. El resultado, de un geometrismo de gran poesía espacial y versatilidad funcional es una obra rotunda, bajo los lineamientos y la mirada característicos del escultor Hume.